martes, octubre 23

Cae la tarde y



no vi mujer que me llamara poderosamente la atención. Es innegable que me he cruzado con más de una a la que invitaría con gusto a mi cuarto, pero ninguna llevaba en la cara el signo invencible de la belleza. Es algo que me extraña. El subte a esta hora es una especie de pre-selección de Miss Universo, aunque últimamente las chicas de los cinco continentes vienen medio en serie, y tirando a medio pelo. Eso me hace preguntarme por qué llaman al concurso Miss Universo si no participa ninguna marciana; tampoco venusinas ni saturninas. Creo que las venusinas son de color verde agua, todas esbeltas y de rasgos finos. Sus caderas son un canto a la vida y sus ojos regalan erotismo. Los terrícolas no podrían rechazarlas. Y ellas, preciosas y caritativas, no desprecian a ninguno y viven para el placer del hombre. Las manos masculinas se deslizan con tanta entrega y constancia por las escamas azulinas que todas ellas poseen que los pies a las venusinas se les vuelven cola de pez. Cuando se hacen sirenas el pseudo aire de Venus se hace agua y ellas nadan, angelicales, acuáticas y aladas, mientras el terrícola apenas puede moverse.

1 comentario:

Hilario González dijo...

Yo conocí una venusina y quedé prendado. Una tarde lluviosa me dijo que tenía lembranças de su planeta, tan seco y caluroso.
No la vi nunca más.
La extraño.